NUKUS
CIUDAD Y MUSEO
El Museo de Arte de Nukus fue fundado por el pintor, coleccionista y arqueólogo ruso Igor Savitsky, que después de una expedición arqueológica en Uzbekistán en 1950, vio la importancia de preservar el arte tradicional de esa región y consiguió abrir el museo con una colección de obras de orfebre, telas, tapices y otros objetos tradicionales. Nombrado tras unos años comisario del museo, supo aprovechar el control más blando que el gobierno central podía ejercer en esa región alejada y la estructura del museo, que era oficialmente un museo de arte tradicional y arqueología, para ir dando forma a una colección de arte contemporáneo ruso y centroasiático que es actualmente la más extensa del mundo después de la del Hermitage de San Pitersburgo. La actual directora del museo, Marinika Babanazarova, explica en esta entrevista la insólita historia del museo, describiendo sus secciones y poniendo de relieve su unicidad en cuanto a la variedad de las obras expuestas y la importancia de una colección que ha podido así salvarse de la censura y del olvido, a los que era destinada sin duda la mayoría de las obras de arte contemporáneo de aquella época. El museo de Nukus es hoy en día el más importante no solamente de la región de Karakalpakstan, sino probablemente también de todo el país, siendo para la pequeña ciudad de Nukus, que se encuentra en el desierto del extremo noroeste del país, la única atracción turística.
Un poco más al norte de Nukus se encuentra lo que, aunque todavía se conozca como Mar de Aral, ya es poco más que una depresión desértica en las llanuras entre el noroeste de Uzbekistán y el suroeste de Kazakhstan. Todos probablemente hemos vistos alguna vez la imagen de alguno de los barcos que antes navegaban por este mar y ahora están abandonados en el medio del desierto. La catástrofe empezó en los años 60, cuando las aguas de los ríos Amu Daria y Sir Daria empezaron a ser desviadas para ir a regar las nuevas plantaciones de algodón introducidas en la región por los rusos. Los dos ríos, que atravesaban zonas desérticas antes de ir a alimentar este mar interno con sus aguas, se vieron fuertemente reducidos hasta que empezaron a hundirse en el desierto antes de poder desembocar en el Aral. Como consecuencia, el mar ha ido reduciendose cada año más, dejando en su lugar un desierto cubierto de una capa de sal y residuos que, llevados por el viento, contaminan toda la región. El clima ha cambiado radicalmente, afectando directamente los mismos cultivos que han sido la causa de este desastre, y la mayoría de los pueblos costeros que vivían de pesca y de cultivos locales han quedado completamente despoblados. Visitando el Museo de Nukus se ven muchas obras recientes en las que se ve reflejada esta catástrofe. Las obras de la artista contemporánea uzbeka Saodat Ismailova, no forman parte de la colección del museo ya que son vídeos, pero se puede ver una parte de ellas aquí.
Nukus es una ciudad bastante grande comparada con las otras de la región y se encuentra más o menos al final de la ruta que desde la capital llega hasta el extremo oeste del país, así que cuando salí del hotel a primeras horas de la tarde directo a la estación de autobuses, me esperaba sin duda encontrar alguna forma de llegar hasta Khiva antes de la noche. El aspecto abandonado del viejo edificio de la estación empezó a hacerme dudar: todas las puertas estaban cerradas, ninguna billetería o nada similar, las plataformas desertas y solo un viejo autobús sin ruedas en una esquina del parking. Los pocos viajeros estaban todos fuera de la estación, aparentemente esperando al lado de la carretera unos minibuses que pasaban de vez en cuando. Habían varios taxis y, cuando empecé a preguntar para llegar a Urgench o Khiva, todos me decían que tenía que irme en taxi, que no existían autobuses, o me decían el nombre de Kungrad, que estaba en la dirección opuesta. Yo mientras intentaba entender adonde iban esos minibuses amarillos y como podía ser que los autobuses de los que había leído y de los que me habían hablado también en el hotel no existieran. Fue un policía que al final me ayudó:le vi sentado descansando en un coche y me acerqué con lápiz y papel, intenté explicarle adónde quería ir, se lo escribí y como a palabras no nos entendíamos él me hizo un dibujo. Vale, entonces parecía que el puente para pasar al otro lado del Amur Daria se lo había llevado la corriente, ya no habían autobuses y la única forma era de atravesar el río andando. Tenía sentido. Cuando vio un minibus que llegaba y me dijo de subir en ese no estuve a dudar mucho y me senté allí dentro con la curiosidad de ver adónde habría llegado. Después de horas de desierto, llegar al río fue unas de las experiencias más bellas de mi vida. La linea que separaba la arena y las rocas amarillas y grises del verde vivo de los bosques y los campos parecía dibujada de un pintor con una sola pincelada. El aire se llenó de perfumes y sonidos y en un rato más dos de mis compañeros de viaje me dijeron que tenía que bajar allí y que uno de ellos me habría acompañado. El puente estaba de hecho roto a la mitad y tuvimos que atravesar en ferry. Allí en el medio de ese río tan grande y majestuoso, que llenaba el desierto de vida, sentí claramente por primera vez en mi vida lo importante que es el agua. Me pareció algo sagrado.
Unas horas más tarde estaba entre las antiguas murallas de Khiva.