TASHKENT
CIUDAD Y HABITANTES

Ubicada en el medio de Asia Central, a pocos quilómetros de las fronteras con Kazakistán, Kirguistán, Tajiquistán y Turkmenistán, Tashkent ha sido desde los principios de su historia una ciudad de paso. Su nombre, que significa ciudad de piedra, quiere evidentemente marcar una diferencia entre un centro urbano con una posición fija y una organización estable y, del otro lado, los campamentos nómadas y los pequeños pueblos provisionales que la rodean. Oasis y punto de referencia para los viajeros y caravanas que transitaban en la zona, Tashkent se desarrolló como importante centro comercial entre el Extremo Oriente y las poblaciones turquicas de Asia Central primero y Occidente después, llegando a ser también una de las ciudades clave que los imperios Ruso y Británico se disputaban en lo que Kipling ha llamado el Gran Juego para el control de Asia Central. Es por esto que su población ha cambiado constantemente, hasta en épocas modernas cuando, tras su conquista por parte de Rusia y los grandes desplazamientos de población en la Unión Soviética, sus habitantes anteriormente en su mayoría locales y de religión islámica pasaron a ser prevalentemente rusos y cristianos. Hoy en día Tashkent es la capital de un país que bien refleja estas características históricas y geográficas, que en algunos casos han llevado a crisis importantes, como la de la Masacre de Andijan en 2005, donde el gobierno se hizo responsable de la muerte de centenares de civiles. En esta entrevista, mientras todavía sigue la guerra civil en Kirguistán, estrechamente relacionada con la población uzbeka del cercano valle de Ferghana, Farkhad Tolipov, profesor de política en la universidad de Tashkent, nos ayuda a entender desde su perspectiva las dificultades y los retos de un gobierno que, a 20 años de su creación, se encuentra en la posición de tener que organizar una población tan diferente y al mismo tiempo dar al país un lugar entre los nuevos equilibrios de Asia Central y las potencias emergentes en Oriente y Occidente.


Interview with Farkhad Tolipov

La situación del país que el profesor Farkhad Tolipov propone en esta entrevista que le hice en Tashkent me dejó bastante sorprendido: es verdad que probablemente no podía esperarme que el profesor de una universidad publica uzbeka comentara en términos negativos la política del actual gobierno, pero me extrañó la manera en que elogió todos los aspectos del desarrollo social y político del país. Sinceramente no sé cuánto de lo que ha dicho refleja una sincera posición y cuánto al contrario se debe al temor de posibles consecuencias de cara a un mayor criticismo de su parte. Claro es que si de un lado los días que he pasado en este país me han dejado la impresión positiva de un pueblo alegre, hospitalario y con mucha esperanza puesta en el futuro, la situación política, como en otros países de Asia Central, queda todavía lejos de ser democrática y transparente. Echando un vistazo a los enlaces que he señalado, el que lea estas paginas podrá confrontar la visión de Farkhad Tolipov con otras y hacerse una idea más objetiva sobre este tema.

Mi visado para Uzbekistán, hecho en Madrid unos meses antes, tenía una duración de tres semanas. En el consulado, al rellenar el formulario, había indicado que quería viajar por el país durante la primera mitad de agosto, así que me pareció normal que hubiesen puesto el 2 de agosto como última fecha posible de entrada en Uzbekistán. Entré el día 1 con el tren que llegaba desde Aktau, donde había llegado en barco del otra parte del Mar Caspio. A la frontera me hicieron unos problemas, pero al final pasé los controles y empecé a explorar cada rincón del país. Fue solo unos diez días más tardes en Samarcanda que el dueño de la pensión en la que me quedaba me dijo que mi visado estaba caducado… Mochilero sin billetes de aviones ni de ida ni de vuelta, ilegal sin visado en una ex república soviética: eso tenía pinta de gran aventura! Y así fue, al llegar a la capital empezó mi odisea en las oficinas de inmigración, los puestos de policía y las ventanillas del ministerio de los exteriores. Fue una pena que por eso no tuve tiempo de explorar la ciudad y hacer todas las entrevistas que quería, pero al cabo de tres días de papeleo, esperas y explicaciones repetidas al infinito, ya iba a comer sin problemas en el comedor de la comisaría de policía, era amigo del dueño del mítico Hotel Turkeston y viajaba cada día en coches oficiales. El día antes de salir por fin a Kazakhstan, el policía al que me habían asignado, para que se asegurara que me fuera, hasta me prestó dinero para el taxi de vuelta al hotel y no quiso que se lo devolviera al día siguiente: "Para la ruta" dijo. En fin, en esta pagina no puedo lucir muchas fotos, pero tengo esta, que vale mil!


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